18 de junio de 2010

Viviana (II)

La llegada al colegio fue un poco menos tortuosa, aunque un poco intrigante por saber si esa chica de la famosa nota estaría allá. En la formación, durante la oración, miraba a todos a ver si alguien me observaba. Intento Numero 1: Lorena Díaz. Esa tímida chica del curso de al lado y que siempre me saludaba con pena al verme entrar al salón. Tenía unos ojos muy claros así como la luna y su voz… ni hablar de su voz. Pero había algo en su contra: No pudo haber escrito la nota por no estar en mi curso y, además, tenía novio.

Intento Numero 2: Liliana De Alba. Era la única chica del colegio entero (Si, entero) que tenia pelo corto. Y no lo quedaba para nada mal. Nosotros comentábamos que era ese característico estilo lo que la hacia única: Tenía un estilo para todo y era uno de los temas de conversación mas obligados en la conversación de las chicas del salón. (Aclaro, mi colegio no tenia uniforme. Esa es otra larga historia). Liliana y yo teníamos mucho en común: le gustaba el Helado de Fresa y las galletas de Vainilla. Es más. Ella y yo solíamos sentarnos en la tienda escolar durante los recreos compartiendo (Yo compraba el Helado, ella las galletas. Y viceversa). Hablábamos mucho. En exceso. Pero pensándolo bien…. Liliana no mostraba ganas de “amor” hacia mí. Era como amistad. Siempre me quiso y yo a ella. Y yo la verdad la veía como una súper amiga y no como una novia. Descartada. ¡NO! ¿Y Ahora? “¡Señor!. ¿Acaso no me escucha?” El coordinador de disciplina me estaba llamando la atención por hablar en voz alta y, para variar, lo hizo muy cerca de mí. Como para que escuchara perfecto.Me aburre esto. “¡Buscar quien fue la chica que me escribió es complicado!”, me decía a mi mismo mientras me arreglaba la correa.

Tenía otra opción. Comentarle a algún compañero de clase sobre el asunto, pero corría el riesgo que la información se filtrara. Entonces me di una nueva oportunidad para seguir buscando, pero esta vez de una manera astuta: Acercarme a Sebastián, el monitor de Lenguaje, diciéndole que me gustaría ayudarle a calificar u organizar archivos que el profesor haya dejado a lo que el debía decir que si porque siempre lo veía estresado y corriendo por presentarle al profesor un trabajo impecable.

-¿Necesitas ayuda?
-No. Yo puedo solo
-Sebastián. Nunca me dejas ayudarte y yo siempre…
-Tu lo que quieres es ganarte la confianza del profesor
-¿Ah?
-Si. ¿O crees que no veo las notas que colocas en los exámenes destacando siempre puntos a favor de las preguntas o modificando la estructura de las preguntas? No seas iluso.

¿Y ahora?... Ni modo. Toco hacer algo que detestaba hacer.

-Sebas. Viejo. Perdón –mientras suspiraba lenta y profundamente -. Si. Fue mi intención. Porque se lo difícil que ha sido que te mantengas ahí en ese puesto. Y no es que te lo quiera quitar. Es que – Dios No. Eso no por favor – yo quiero ser como tú. Eres mi ejemplo a seguir.

¿QUE? Yo, ¿rebajándome a los pies de Sebastián? ¡Ja! No puedo creerlo. El y yo nos llevábamos años luz en excelencia (tanto académica como personal). El acostumbraba, antes de ser el consentido del profesor, copiar los trabajos de los demás con su cara de mosquito diciendo que “Se me olvido por completo”. Aparte, copiaba mi estilo de vestir. Yo fui el primero en el colegio en usar esas cadenas rockeras estilo Juanes (Si, JUANES) y el, con su instinto de competencia, las copio. Nunca he sido rencoroso porque no es mi forma de ser, por eso olvido con frecuencia los “percances” con los demás. No tiene sentido. No hay razón de odiar a los demás. Pero Sebastián parece no entender mi mensaje.


Al cabo de esa conversación se acerco a mí y me dijo:
-Wow. Que chévere que yo sea tú modelo a seguir. Acepto la propuesta. Trabajemos juntos a partir de la próxima clase.
-Emm. No. ¿Por que no hoy? - Le dije –-Es que tengo varias cosas que entregar hoy y no quería incomodarte…
-¿Incomodarme? ¿A mi? Tranquilo. Es mas, si quieres así aprendo más rápido tu forma de trabajo.
-Me parece perfecto
Y fue así como conseguí el puesto de Asistente del Asistente del Maestro de Lenguaje. Mientras el loco ese se tragaba el cuento que yo pensaba en ser como el, yo solo pensaba en ese momento de la clase de lenguaje en donde revisaría los cuadernos de las chicas a ver si las letras concuerdan con el mensaje. Si no, estaba más que claro que ella no estaba en el curso y ahí si se ponía todo difícil. Buscar en el colegio entero, en especial los grados superiores, la letra que se parezca mas a la que puso el mensaje en mi cuaderno era una tarea muy complicada y el solo pensar en eso me daba dolor de cabeza, mareo y todos esos síntomas de preocupación que conocemos al enterarnos que un desafío que estamos tratando de cumplir cada día se complica aun mas. Aunque yo nunca perdí las esperanzas. Mi mama siempre me enseño que eso es lo último que se pierde y seguí su consejo.

La hora de la clase llego: como de costumbre el profesor Díaz llego con sus gafas para leer, muchos libros en su mano y ligeramente despeinado a lo que el llamaba “fruto del esfuerzo” (El clima de Barranquilla NUNCA nos ha favorecido. Siempre es calor, calor y más calor, lo que producía transpiraciones frecuentes en el profesor. Esa era su explicación). Rodó la silla, coloco sus cuadernos en la mesa y Sebastián, como de costumbre, se le acercaba recordándole las actividades para el día de hoy. Me atreví y me levante de la misma manera que Sebas lo hizo y le dije:

-Hola Profesor Díaz.
-Joven aun. Un gusto en saludarle – mientras se quitaba las gafas -(Si, así de elegante y protocolario)
-El gusto es mío. Profesor: le comento que seré asistente de Sebastián. Lo vi. Muy atareado estos dias y quise ayudarlo.
-Pero no será por mucho – replico Sebastián -, solo será mientras pasa estos exámenes que nos tiene al borde de la locura.
-Me parece perfecto – dijo el profesor – puede iniciar hoy….

Mientras terminaba de decir eso, sacaba de su maleta los exámenes de la clase pasada y que todos los del curso habíamos hecho. La expresión en mi cara cambio de manera rápida rememorando a la vil, sarcástica y diabólica sonrisa de El grinch cuando dio casi por cumplido su objetivo al arruinar la navidad. Esa era la oportunidad y no la iba a dejar escapar. Entré en acción, tomé los exámenes con una rapidez y me senté en la silla, no sin antes agradeciéndole al profesor por su confianza depositada en mi.Iniciemos la búsqueda:Arango Camila: No. Su letra es fea y no escribe con rosado. Meléndez Silvia: Escribe con rosado pero tiene muchos errores ortográficos. La nota escrita por ella hubiese sido “Te espero ha la salida en el harbol de almendroz”La lista es larga, así que me decidí por buscar a las que escribían con rosado sacando, obviamente, a Silvia. Estaban entonces Laura Corrales, Sofía Ruiz y Viviana Barrios. Las tres con letras muy bonitas. Inmediatamente hice un barrido con la mirada y deduje que una de las tres era la que había escrito la notilla en mi cuaderno. Las tres son hermosas y la relación siempre había sido de compañerismo.

-¿Qué miras? – Dijo Sofía
-Emmm... ¿Yo? – dije, mientras los exámenes se cayeron al suelo producto del susto.
-Si. ¿Te debo? Concéntrese mijo.Que agresivas son las mujeres. Si por mirar fuera les aseguro que más de un millar de mujeres estuvieran con la cara amargada por cada hombre en la calle que las mirara. Es inevitable. Para eso son el sexo opuesto: para admirar. Sin sobrepasarse claro esta.
-Que pena Sofi…-A mi no me digas Sofi que no soy tu hermana-Emmm bueno. Discúlpame Sofía Ruiz… De Castro – mirando su apellido en la hoja de examen – -Ok baby... no problem...-Señorita Díaz. Esas no son maneras de contestar al compañero – dijo el profesor - , más bien preste atención a las indicaciones. Sus notas no son las mejores…

Continuará...

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