Juan manuel Santos, Presidente de Colombia, durante su discurso en la ONU. |
Más allá de la muerte en combate del “Mono Jojoy”, es momento de ponernos a pensar en lo que vendrá para el futuro de nuestro país. El presidente Juan Manuel Santos fue muy claro en el mensaje de “razón o fuerza” para acabar con el conflicto interno colombiano en su primera alocución presidencial y en su intervención en la cumbre de las Naciones Unidas realizada en New York. El país atraviesa por uno de sus mejores momentos en la lucha contra los grupos armados: fácilmente Juan Manuel Santos pasará a la historia como el hombre que desestabilizó a las FARC con los golpes militares más contundentes y calculados, primero como Ministro de Defensa y ahora como máximo jefe del estado colombiano. Pero después de esto ¿Qué viene? ¿El conflicto acaba aquí? ¿Un muerto evita la continuación de los delitos atroces de las FARC en nuestro país?
La razón es la negociación y la fuerza son las balas y las bombas. Ese es el mensaje de Santos. A las buenas o a las malas. Desde el inicio del nuevo gobierno se ha insistido en que la puerta de la negociación con los actores del conflicto esta cerrada, pero no bajo llave y ya es conocido por todos que el ejecutivo no negociara con las FARC hasta que estas cumplan con la liberación de los secuestrados en las selvas, culminen sus vínculos con el narcotráfico y detengan atentados y todos los métodos usados para sembrar terror. Hasta antes de la caída del “Mono Jojoy” las FARC se negaban a cumplir los requerimientos de Santos generando una vez más una respuesta negativa desde el gobierno. ¿Cuál es la salida entonces? Operaciones militares como “Sodoma”, “Fénix” o “Jaque”, aunque exitosas, no son la mejor salida al conflicto armado en el país. Asesinando a un líder el problema automáticamente no queda resuelto (A la muestra está lo ocurrido con el asesinato de Pablo Escobar en Medellín cuando todos creían que su desaparición marcaria el fin del narcotráfico en Colombia), pero tampoco es justo que el gobierno se quede de brazos cruzados a la expectativa de liberaciones y buenos actos por parte de la insurgencia. He aquí la encrucijada del alma.
En ambas salidas hay riesgos que deben ser controlados, a pesar de ser impredecibles. Por un lado esta el dialogo y por el otro la sangre, pero ambos tienen antecedentes positivos y negativos que van desde infructuosos momentos de procesos de paz y sillas vacías, hasta el asesinato de secuestrados en el cruce de balas al momento de los rescates. ¿Cuál es la salida entonces?
Yo optaría por el diálogo porque las balas y bombas jamás acabaran la situación conflictiva del país (ayudan en cierto punto eso si), aunque también apoyo lo que alguna vez dijo Ingrid Betancourt días después de haber sido rescatada por el ejercito colombiano: “la solución al conflicto colombiano no esta en las armas, no esta en las balas. Los conflictos y la violencia nacen porque unos cuantos se rebelan ante el estado por la inestabilidad social que tanto aqueja a un país. Mientras existan las desigualdades sociales, en Colombia habrá conflicto”. Esa es la verdadera razón política de las FARC y que las ha llevado, a toda costa, realizar los macabros actos que todos ya conocemos y sabemos de memoria, para asi llamar la atención en un país en donde es imposible usar las vías de la democracia para la solución de problemas.
Esperemos que los recientes hechos no dejen dormir a “Alfonso Cano”, jefe máximo de las FARC, que ahora mismo tiene dos opciones: la razón, sentarse a negociar sin ninguna condición con Juan Manuel Santos para encontrar salida al conflicto, o la fuerza, quedando reducido a una bolsa plástica llena de barro y cubierto de sangre como el “Mono Jojoy”, “Raul Reyes” y cientos de guerrilleros e insurgentes colombianos.