5 de junio de 2011

Mi primer gol


No recuerdo que día fue. Pero pasó, eso sí. Estaba en 4to grado de primaria, era el estudiante promedio y para ese tiempo ya era conocido en todo el colegio como el niño de los actos cívicos y el del club de periodismo con la emisora escolar. Gracias a las presiones/insistencias/obligaciones, mi directora de grupo logró que mis padres pagaran un uniforme azul con blanco para que participara en los Juegos Intercursos 1999 en la categoría de Fútbol. ¿Yo? ¿Fútbol? Recordé entonces que mi papá quiso involucrarnos en el deporte desde niños a mis hermanos y a mí. Estuve en una escuela de béisbol y una de fútbol, pero es en esas épocas donde uno se cae y se raspa y los padres y familiares te aplauden, así que eso no se tiene en cuenta. 



Después de todo, no vi otra salida y cumplí el capricho de los demás. Jamás un reto me había quedado grande a mis 9 años y un partido de fútbol o dos no serían la excepción. Por supuesto, me tocaba hacer parte de un grupo donde unos eran hábiles corriendo, otros en defensa y el arquero. ¿Que diablos iba a hacer yo? Así es. Suplente. Pa' la banca! Y así pasé como dos partidos. Ya en el tercer encuentro yo queria jugar. Sonará raro pero me dije: "Tengo que jugar". Y así fuí. Recuerdo que entré para el tercer partido en el segundo tiempo. Fué genial. A los tres minutos de estar en el campo de juego tenia el balón en mis piernas y lo pateé con toda la fuerza posible (de algo tenía que servir ver "Supercampeones" en la televisión), unos me gritaban, otros se molestaban. 

Yo ni sabía que estaba haciendo. Pero toda historia no tiene su final feliz, y a los cinco minutos de eso un rival me hizo una "plancha" y salí volando cual Superman por los cielos de Metrópolis. Me golpeé mi estómago, quedé sin aire y listo. Se acabo el juego para mí.


No va más! Terminó!


Fue un desastre, podría decirlo. Me senté y creo que no volví a ser el mismo. Mi monstruo competitivo (que ese día nació y solo aparece en situaciones extremas desde entonces) se apoderó de mi mente, pero ya era tarde para reaccionar. El partido había acabado... pero hasta las peores películas tienen segunda parte.

Dos semanas después de mi experiencia en plancha con el rústico y para nada agradable piso del polideportivo del colegio, me hicieron entrar de nuevo a la cancha. Perder no era una opción para el equipo, para mí tampoco. Mi objetivo era claro: necesito aguantar todo el segundo tiempo. Solo quería eso.  Pero si hay más, bienvenido sea.

En una de esas jugadas que nadie se explica, uno de los del equipo contrario me pasó el balón y yo lo sostuve entre las piernas hasta acercarme lo más posible al arco. Lo pasé a un compañero quién, por nervios imagino, lo volvió a pasar hacia mi. Frente a frente con el arquero estaba y este susurró la frase que detonaría la acción: "No puedes. No te atreves". Como si hubiesen disparado un cañón, así salió el balón... pero directico a su cara. Lógico, con él en el suelo fue mas fácil que rompiera la malla y así hacer mi primer gol.

12 años después ni juego fútbol, ni se que es un fuera de lugar, no sigo ni al equipo de mi ciudad (aunque sus triunfos me enorgullecen), y el arquero que me subestimó es uno de mis grandes amigos. De ese día solo quedó el recuerdo de un "bien hecho" de mi profesora y la convicción plena de que mi relación con el deporte no es más que una apariencia.

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